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128 Assemblea de la Unió Interparlamentària.

Quito, 25 de març del 2013.

COMUNICAT DE PREMSA

Una delegació del Consell General encapçalada pel Síndic General, el M.I. Sr. Vicenç Mateu Zamora, i formada per un membre de cada grup parlamentari, la M.I. Sra. Meritxell Mateu Pi (GPD) i la M.I. Sra. Mariona González (GPS) està participant aquests dies a la 128 Assemblea de la Unió Interparlamentària, que compta amb la participació de 700 parlamentaris procedents de 119 països. Entre els participants hi ha 42 Presidents de Parlament.

El tema general de la sessió és “el Buen Vivir: d’un creixement desbocat a un creixement amb fins”. El síndic general ja ha intervingut en aquest debat, el qual té lloc al ple i estan inscrits 75 oradors (podeu trobar la versió castellana del discurs en adjunt).

 

Debat general

Intervenció del síndic general

Señor Presidente,

Señoras y señores parlamentarios,

Sean mis primeras palabras para el Pueblo y el parlamento del Ecuador. Reciban de la delegación del Principado de Andorra nuestro más cordial saludo. Quisiera agradecerles la excelente organización de esta asamblea, su cálida acogida y su extraordinaria hospitalidad.

Aunque nuestra lengua es el catalán, el idioma español es para nosotros muy cercano: ello contribuye a que en esta bella capital de Quito, en la mitad del mundo, nos encontremos como en casa.

Muchas gracias, señor presidente, en nombre de todos los miembros de la delegación.

 

Quisiera también mostrar mi admiración y reconocimiento hacia ustedes y la UIP por el tema propuesto. En momentos de desasosiego y desorientación, de desapego creciente hacia la política y lo político, han querido apostar por un debate reflexivo sobre los valores que guían nuestro quehacer. Sin la urgencia que rige el día a día de los gobiernos, los parlamentos tenemos el deber de detenernos para revisar nuestros objetivos y pensar de nuevo nuestros valores, tenemos la obligación de alzar la mirada hacia el horizonte para saber encontrar las señales que nos indiquen un camino todavía por recorrer.

 

Y no obstante, El buen vivir no debería ser un concepto extraño o novedoso en el ágora política. La tradición clásica, con Aristóteles a la cabeza, no concebía el ejercicio recto del servicio público sin una atención constante al bienestar o incluso a la felicidad de los ciudadanos, postulada como último fin. Sólo la muy reciente reducción de la esfera de lo político al mundo de lo fáctico, a una suerte de técnicas –jurídicas, económicas y de gestión-, ha causado que la orientación primera y fundamental de la política al buen vivir de la ciudadanía nos pueda parecer hoy un tanto sorprendente. Y sin embargo, una tal rememoración sea tal vez hoy más necesaria que nunca.

Permítame, señor presidente, señoras y señores parlamentarios, unas breves consideraciones al respecto:

 

1. Muchos y muy distintos pensadores se han dedicado a reflexionar sobre el sentido y las condiciones necesarias para el buen vivir. Desde las más antiguas tradiciones religiosas o filosóficas a los más modernos autores, los enfoques han sido muy diversos, respondiendo a las particulares circunstancias históricas en que hayan sido formulados. En todos ellos, sin embargo, se puede encontrar un núcleo esencial, un núcleo que atañe a la común e inalienable dignidad del hombre, -de todos y cada uno de los hombres-, más allá de cualquier determinación particular.

 

2. Parece claro que el buen vivir precisa unas condiciones materiales mínimas que aseguren la integridad física y la seguridad, la subsistencia, la posibilidad de un trabajo que permita obtener los recursos necesarios, pero también el acceso a la sanidad, el derecho a una vivienda, el desarrollo personal mediante la educación, la igualdad de oportunidades, el disfrute de un medio ambiente preservado que pueda ser legado a las generaciones venideras, el acceso a la cultura, el reconocimiento ciudadano y la participación política, la afirmación de la insoslayable dignidad del hombre, la solidaridad intergeneracional, la igualdad de género, la fraternidad universal.

 

3. El horizonte del buen vivir es, sin duda, muy ambicioso. Partimos de situaciones concretas muy diferentes en cada uno de nuestros países. Los caminos a recorrer tal vez difieran. En cualquier caso, es evidente que no solo las palabras bastan. Las declaraciones de principios deben ser implementadas, deben inspirar programas de acción política que los parlamentos debemos debatir e impulsar. El buen vivir requiere un esfuerzo de concreción. No puede quedarse en una bonita declaración, puramente formal, sino que debe traducirse en una serie de pautas para la convivencia, de derechos y deberes, en definitiva, que deberían poder alcanzar el valor de la universalidad. El buen vivir debe tener una concreta plasmación jurídica tal como sucede ya en el Ecuador.

 

4. Sin embargo, una reflexión sincera sobre la situación actual no puede ignorar los grandes problemas que aquejan a nuestras sociedades. En los países plenamente desarrollados, el mito de un futuro mejor para las nuevas generaciones parece desvanecerse. Hemos crecido creyendo, como si de un dogma natural se tratase, que la siguiente generación viviría en un mundo mejor, en un mundo que ofrecería mayores oportunidades. Bien podemos decir que esta idea está empezando a desmoronarse. Cabe afirmar que, paradójicamente, hoy en día la voluntad de progreso se ha vuelto conservadora de lo presente ante las incertidumbres que presenta el futuro.

 

5. Un elemento añadido, y no menor, es el problema de los límites del poder político. Es un hecho que, tal vez por tomar decisiones erróneas, tal vez por una falta de regulación y seguimiento, las instancias políticas no alcanzaron a conjurar la actual crisis económica. Y también lo es que una vez en ella, la capacidad soberana de los gobiernos es ciertamente limitada, recayendo el grueso de la carga en los sectores más débiles.

Ello no significa que se deba otorgar un rol menor a la política, sino todo lo contrario. Cabe repensar la acción política en un nuevo escenario global que tenga en cuenta a todos los actores. La solución no se halla en menos política, o en la anti política, sino en más y mejor política, más transparente, más justa, más democrática, en definitiva.

 

6. Los responsables políticos debemos estar a la altura de nuestro compromiso con los ciudadanos. Debemos actuar responsablemente, evitando la generación de expectativas excesivas y respondiendo de nuestros actos. Debemos atajar el aumento de la desigualdad social, pues solo en una sociedad sin ganadores ni perdedores es posible la renovación permanente del pacto social, del capital de confianza imprescindible para salir adelante.

 

7. Para ello, y me refería a ello anteriormente, es necesario que profundicemos en el sistema democrático. La democracia no es una realidad definitivamente adquirida; bien al contrario, requiere un esfuerzo continuo de vigilia; la democracia es un horizonte al que tender, es un ideal que debe ser continuamente profundizado. La necesaria democracia representativa debe facilitar hoy la posibilidad de una mayor participación ciudadana y un mayor control popular.

 

8. Permítanme que llame su atención sobre la idea de sostenibilidad. La sostenibilidad introduce la dimensión temporal en la acción política y subraya el compromiso para con las próximas generaciones. En un mundo globalizado, el concepto de sostenibilidad deviene central al menos en 3 aspectos básicos.

En primer lugar, debemos esforzarnos para avanzar hacia un sistema económico que no se base en la explotación sin freno de unos recursos naturales limitados y que pueda ser compatible con el delicado sistema de equilibrios que permite el desarrollo de la vida en el planeta.

En segundo lugar, la idea de sostenibilidad en relación al sistema económico demanda una adecuación de éste a un futuro escenario globalizado finito, donde tal vez ya no existan nuevas “tierras prometidas”, nuevos mercados que permitan un crecimiento indefinido.

En tercer y último lugar, la idea de sostenibilidad aparece de nuevo con toda su fuerza al contemplar un sistema donde la vida a crédito de ciudadanos y estados y el consecuente endeudamiento parece haber alcanzado un punto crítico difícilmente traspasable.

 

Señor presidente, señoras y señores,

 

Quisiera, para concluir, insistir en la responsabilidad que nosotros, los parlamentarios, tenemos ante los muy difíciles retos que plantea el mundo de hoy. Conscientes de las dificultades que debemos afrontar, la reflexión meditada sobre nuestros objetivos, sobre nuestro fin en política, es esencial para elegir con acierto la senda hacia una mayor libertad e igualdad para todos, hacia una mayor dignidad humana y hacia un mejor buen vivir.

 

Muchas gracias.